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TEJIENDO, SOÑANDO, CRECIENDO.

Actualizado: 5 mar 2024



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“Un hilo rojo invisible atado al dedo meñique conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo rojo se puede estirar, contraer o enredar, pero nunca romper”

Dice una leyenda oriental.


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Eran las seis horas pasadas la medianoche, de un día del mes de abril del año 2016. Cuando un grupo de mujeres, partiendo de la despensa agrícola de Medellín, cargadas de semillas y flores, atravesamos los 120 kilómetros que nos separaban de la tierra de la pringamoza (Karamata Rúa). 

Allí donde bajo la luna menguante, algunas de sus mujeres a orillas del rio San Juan, recogen el barro para hacer vasijas, quemarlas al fuego y exhibirlas luego junto a sus accesorios de chaquiras de múltiples colores (rojas, azules, amarillas, blancas, negras y naranjas) Ellas dicen que los tejidos nos cuentan historias de montañas, caminos, de soles que acercan su corazón y el nuestro. Allí nos reciben las mujeres del resguardo indígena Cristiania Emberá Chamí.


Mamá Nestruru (bienvenidas), reza un pequeño letrero a nuestra derecha. Y es que, desde el detalle de las tres flores, pegadas sobre el cartel, pasando por los sagrados alimentos; hasta el ritual de bendición, todo, da cuenta de una laboriosa preparación, y dan ganas de llorar, se llena el alma de ternuritas. Ojalá pudiéramos hablar su lengua materna, entender su disposición, su lucha, y contarles que al otro lado de esta inmensa cordillera circula un aire que nos envuelve atravesando la piel, y nos ha susurrado ciertamente la existencia de este mágico lugar.


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Es posible, casi seguro que vuestros dioses ya anunciaran nuestra llegada desde el instante infinito en que las flores brotaron en el campo. Desde plantar, nacer, crecer, florecer y luego escoger las tres flores que nos dieron la bienvenida, estaba planeado este momento e indudablemente un hilo rojo nos conecta.

La palabra, la voz, el empeño, los presentes, los alimentos, todo reflejan el amor, la dedicación, la entrega y el espíritu de servicio. Es loable y contundente su esfuerzo, su trabajo, su lucha por conservar el terruño, por ser salvaguardas de la tierra desde hace más de 130 años. Es visible y apropiado además el trabajo de entidades como Vamos Mujer, quien capacita y acompaña a vuestras mujeres.



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Es seguro que hoy conocemos un poquito más de nuestra patria, Yo por mi parte más que conocer, llene mis pulmones de su aire, agradezco inmensamente a la tierra, al aire, al sol y a esas montañas, tan suyas, tan nuestras, mi alma saluda la vuestra y se queda un poquito de mi dentro de estas tierras, hasta la próxima cosecha. Allí estaremos en las semillas compartidas acompañando los rituales del azadón sobre el campo, de la lluvia. Una luna y otra y otra más, hasta llegar a la menguante cuando las mujeres irán a orillas del San Juan, a recoger el barro, ese del que hacemos parte todas, tú y yo, la humanidad entera mezcla de lluvia y canto.


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Y continuamos nuestro viaje rodando sobre la troncal cafetera 12 kilómetros más, hasta llegar a el municipio de Jardín. Con ese aire de quien no sabe, pero finge saberlo todo recorremos sus cortas callejuelas una y otra vez hasta que el reloj de la gran catedral anuncie las dos de la tarde, para encontrarnos y compartir con las mujeres del Suroeste. Y llega la hora. El reloj de tiempo sideral marca su reflejo sobre las baldosas verdes y amarillas del salón de una antigua construcción, allí nos sentamos, hay mucho para contar, pero nos contamos poco. El reloj, el cansancio, el afán...

Con amor : Elena L.


 
 
 

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