Hola Soy Susana Vélez Acevedo, nací en el corregimiento San Cristóbal de Medellín, crecí en el campo, pero solo hasta el 2007, me reconocí como mujer campesina.
Viviamos, con mi familia en la vereda San José de la Montaña, mamá, papá y 7 hermanos (Cuatro hombres, tres mujeres), los hombres labraban la tierra y las mujeres cuidamos el hogar, nunca nos visibilizábamos como profesionales, pues en mi familia nunca tuvimos esos referentes, Nos gustaba eso sí, y mucho, arañar la tierra.
Mi niñez fue muy linda, brincando en las quebradas, saltando en las mangas, no teníamos que pensar en tener muñecos, carros, ni nada de eso, éramos felices. Entonces mi papá se aprovecha de ese gusto que le teníamos al campo y nos llevaba a recolectar plantas con él, ninguno de mis hermanos le tenía paciencia para acompañarlo a comercializar, yo sí, desde que tenía siete años, siempre fui su compañía en la plaza de mercado.
Recolectaba con mi papá y salíamos a la plaza “lunes pa’ martes, miércoles pa’ jueves y sábado pa’ domingo; viernes pa’ sábado, aromáticas y flores”, los fines de semana amanecíamos en la placita (lunes se cosecha y martes se comercializa).
Entre recolectar, ir a la plaza y caminar en la huerta y cantándole al agua, a las piedras, a las plantas,transcurrian mis días; me creía una artista compositora “🎵🎵Esta piedrita que está tan bonita, que está haciendo aquí pisando mi plantita🎵🎵", parecía una loca cantando, hablando con cada parte de la naturaleza, huía de las tristezas de la casa refugiándome en la huerta.
Pasaba tambien mucho tiempo con mis abuelos, del abuelo aprendí a separar semillas, de la abuela a curar con hierbas, aprendí de ella esa sabiduria ancestral.
La vida era monótona, o al menos así la veía yo, me veía en un futuro como mi mamá, cuidando la casa, teniendo siete hijos; cuando tenía 14 años, tuve mi primer novio y, a los 16 años tuve a Tatiana, mi hija, entonces me cambio la vida, porque yo era la niña de la casa, y la niña quedo en embarazo sin casarse, me quede ocho meses en mi casa, mientras que mi compañero tenía como llevarme a vivir con él.
Recuerdo el día que salí de mi casa, con dos bolsitas de rayas azules, en una llevaba la cobija, y en otra una almohada... y la ropita, la que tenía puesta, eso nunca lo voy a olvidar; una niña, a vivir la vida de una mujer. Me fui a vivir con el papá de mi hija.
Yo preparaba los alimentos, arreglaba la casa, me vestía bonita, pero con la ropa de él, porque no tenía la mía propia, lo atendía, iba a trabajar a la huerta con él, y entonces me empezó a controlar y no me dejaba salir, no me dejaba compartir con mi familia, solamente me dejo trabajar fuera de casa, cuando empezamos a tener muchas necesidades y me tocaba ir a pedirle trabajo a mi hermano, trabajaba día y noche, porque a mi hija le dio una hernia gástrica, yo tenia que pagar taxi para ir a la clínica San Rafael, a visitarla, entonces tenía que ganar suficiente para ir y volver y sostenerme. En el año 2012, de tanto trabajar me dio una parálisis facial; fue un sacudón que me hizo aterrizar, desperté a la realidad, no podía seguir al lado de un hombre que no le importaban mis detalles, bien fuesen grandes o chicos, nunca hizo nada para que yo me sanará. Yo procuraba ser buena, pero él era infeliz. Hasta que regrese a la casa de mis padres con mi hija de dos añitos. Ese primer amor a mí me marco la vida. De nuevo en la casa de mis padres y con la cara torcida y una obligación en mis brazos. Empecé a trabajar como empleada doméstica en diferentes casas, donde llegaba me acogían, ya que cocinaba muy bien, eso lo aprendí desde pequeña. Tuve la suerte que di con patronas muy bonitas, que me impulsaron a vestirme mejor, a estudiar. Recuerdo particularmente a Margarita Arango, ella fue una segunda mamá para mí, me impulso a salir adelante, me enseñó a valorarme, a estudiar, yo veía las hijas de ella, que eran profesionales y me motive.
Me puse a validar el bachillerato sábados y domingos; tenía muchas falencias al escribir, porque de niña me la pasaba cosechando aromáticas, lavando patios, yo no tuve esa oportunidad de educarme.
Di lo mejor de mi para logar esta nueva aventura en la que me había embarcado, bajaba caminando desde la vereda San José. hasta la centralidad (9,5 Km) a estudiar sábado y domingo. Terminé el bachillerato pero la oferta laborar fue la misma, trabajar como empleada doméstica.
Yo seguí madrugando para la plaza, me dolía el alma y el cuerpo,habia entrado en un estado de angustia, me sentía destruida, sumado a ello, teníamos muchos conflictos a nivel familiar. Hasta Un día...que llegaron a la finca Nelly Vásquez y Carmen Acevedo, dos campesinas de la vereda, ofreciendo una técnica en Agroecología Ambiental, y me puse a estudiar, eso me cambio la vida totalmente. Empecé a estudiar, y a reconocerme con ese amor a la tierra, a amar la vida, a no responder con agresividad, se despertó en mí el potencial que yo tenía con las plantas medicinales, el cual traía desde pequeña; me di cuenta que yo era valiosa, que no era la "mujer fracasada"; fui a muchos encuentros de saberes y Mercados Justos, participé de un encuentro de economía solidaria y olvide todo los problemas familiares.
En el 2011 me gané el 12avo concurso de capital semilla, que otorga la Alcaldía de la ciudad, fueron cinco millones de pesos para producir plantas aromáticas y condimentos, prestamos otros cinco millones y le invertimos a la tierra. Anteriormente solo sembrábamos flores, ahora toda la finca está sembrada en aromáticas, sacamos el proyecto adelante.
Cuando hacia los procesos de Agroecología no tenía apoyo de mis hermanos, pero si de mis padres. Yo llegué a entenderlos, a saber que sus acciones eran reacciones al estrés que vivian en el momento.
Me hice mi propio cultivo de aromáticas y descubrir la mano tan bonita que tengo para sembrar, toda mata que yo siembro es mata que "prende", a mi me dicen: podeme un jardín y se pone hermoso. Puse toda mi energía y mi fuerza en pensar: ¿cómo vamos a promover el campo, la seguridad alimentaria,como vamos a implementar cambios en la forma de alimentarnos? Y, empecé a preparar comidas diferentes, traje a mi casa variedades de plantas medicinales, que el Anamú, que el Prontoalivio.
En ese tiempo que estuve estudiando la técnica, cambio la manera de alimentarnos en la casa, hacíamos patacones de guineo, ensaladas, jugos de guineo, aprendía sacarle provecho a cada producto del campo. Ya la violencia en mi hogar había bajado un poco porque veían mis progresos.
Apareció la oportunidad de trabajar en la asociación ACAB, me pusieron como administradora en la parte de ventas, cuando llegué no sabía ni prender el computador, pero aprendí, no sabía ni siquiera leer bien. Mis jefes y mis profesores me ayudaron mucho ellos incidieron en mi transformación y en mi reconocimiento como mujer campesina.
Con todo aún no cambio algunas maneras de hablar propias de mi tierra, pero se leer muy bien mi territorio.
Somos la despensa para la ciudad y para nosotros mismos. Termine el proceso en ACAB y, me fui atrabajar a Corantioquia, allí me dignifique como mujer campesina. Daba conferencias desde como hacer un abono, de semillas, de plantas, de alimentos y seguridad alimentaria,hasta de la importancia de reconocernos como somos; yo hablaba y me salian lágrimas, las palabras me salía del pecho, era el dolor por el campo, de como es posible no lo amarlo y defenderlo. Hasta que entendí que con un salario mínimo no podía vivir, la ciudad tiene muchas demandas y gastos, se me metió el gusanillo de estudiar, de profesionalizarme para tener un mejor nivel de vida, e inicie así mi vida Universitaria, me matriculé en Planeación y Desarrollo social; mi mamá criaba gallinas y con el producido me pagó el primer semestre y me ayudaba con los pasajes. En la Universidad desarrollé la capacidad de escuchar al otro, de comprender textos, así me fui hasta el cuarto semestre, pero tuve que retirarme, no me daba el tiempo para atender tantas responsabilidades. Recorrí caminos y veredas trabajando en el Censo Nacional Agropecuario, conocí las falencias de los campesinos en el territorio, y el estado Colombiano, con esas preguntas tan descontextualizadas, que ignoran la realidad de los territorios y las problemáticas del campo.
Con todo este trasegar he entendido que para cambiar hay que autogestionarse y ser claras y lógicas con lo que queremos. Ahora estamos trabajando en la propuesta de las bebidas naturales
Tengo un proyecto de comercializar aromáticas y condimentos, quiero legar esos conocimientos a las demás mujeres, dado que toda mi vida he comercializado las aromáticas, he estudiado, profundizado en ellas. Cuando estudiaba en la Escuela de Agroecología, me hice un libro de variedad de plantas medicinales, lo escribí con mi mala ortografía, como pude, con toda la pasión y las ganas, me tome el trabajo de secarlas, incluso ahí las conocí más, conocí cuales se oxidaban más, por ejemplo, he identificado más de 130 variedades de plantas medicinales, tanto silvestres como las de siembra.
Finalmente creo que hay que devolverle a la comunidad lo que una se lleva, lo que aprendemos, mi misión es devolverle a la comunidad mis aprendizajes. El desarrollo local debe de ser en mi comunidad yo no tengo que ir a pelear en otros espacios, las problemáticas están en mi comunidad y allí es donde tenemos que transformarnos con las herramientas adquiridas.
De mi palabreo con Susy, vía Jardín Antioquía -Medellín. Gracias hermosa dama por abrirnos tu alma, por amar de esa manera tan tuya la tierra. Con amor : Elena L.
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