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Me llamo Martha Lucia Arboleda, vivo en San Cristóbal y amo componer canciones .

Actualizado: 12 feb


Nací un 2 de diciembre hace ya varios años.


Vengo de una familia campesina. De niña era feliz jugando trompo, canicas, y arreando las

vacas al potrero.

Todo está felicidad la opacaba el machismo de mi padre y la sumisión de mi santa madre. Y si además a todo ello le sumamos la pobreza que generó el desplazamiento, que nos obligó a una separación forzada, desperdigando los hijos, esperando que algún familiar se hiciera cargo de alguno de nosotros. Desde siempre ha habido una rebeldía en mí, hecho que ponía a dudar a muchas personas, si debían recibirme o no. Mi abuela me recibió en su casa a regañadientes.


Mi madre lavando y planchando ropa ajena, logro reunir el dinero para volver a unirnos.

Apenas termine la primaria, a los doce años, empecé a ayudar con la crianza de nueve sobrinos.

Me case cuando cumplí diecisiete años, con un hombre un poco mayor que yo, de esa relación nacieron tres seres humanos maravillosos.

Mi matrimonio sembró en mi desilusión y dolor. Mi esposo era un hombre demasiado celoso, y esto hacia que vulnerara mis derechos, impidiendo mi desarrollo en mi vida social,familiar y laboral.


Un día, de aquellos tantos,de tristeza y dolor, recordé que a los trece años me había tomado unas copas de licor y que me había sentido muy agradable. Entonces me dije "me tomaré unas cervecitas para inyectarle vida a mi vida" estas cervecitas pasaron de unas cuantas a muchas. El licor me hacían sentir extrovertida, des-complicada, alegre y hasta irresponsable.

Derepente me había convertido en una alcohólica! además de una adicta a los juegos de azar.


En el año 1997, logre por fin mantenerme sobria y retomar las riendas de mi vida.

Cuando añoraba morirme, a los 33 años, ocurrió lo que yo llamó un milagro. Con todas mis tristezas y mi soledad, reuní el valor para hacer un alto en mi vida y darme cuenta que no podía continuar con ese estilo desolador, cada día me hundía más y más en el desastre del alcoholismo.

Quise entonces luchar por mis sueños, romper las ataduras que me habían impuesto la sociedad y la religión. Me separé de mi esposo y recordé que tenía un sueño, el cual tenía todo que ver con el mundo de la música.


Empecé a cantar bambucos y pasillos.

Decidí retomar aquello que de niña hacia, componer canciones . Había que ponerse las alpargatas y luchar duro.

El 2 de julio del año 2002, conocí a la mujer que hoy es mi segunda voz, María Ínes, maravillosas mujer y maravillosa voz. Pude al fin conformar mi propio grupo músical al que llamamos Andaluz y nos dimos a la tarea de rescatar la música campesina.

Cuatro meses más tarde nos presentamos en el municipio de Betania al Festival de música de Carrilera. Ganamos tres trofeos y fuimos galardonadas con el premio: Mejor canción Inédita (de mi autoría). Mejor Vestuario y Mejor Dueto y Grupo.


Pensábamos contar con el apoyo de los medios de comunicación asistentes al festival. Nos hicieron una entrevista y de ahí no pasó. Pese a todo seguimos trabajando dentro y fuera de la ciudad.

María Inés y yo no éramos jovencitas, ni con cuerpos esculturales. Así que tendríamos que hacernos a fuerza y pulso. Gestione entonces un prestamos para hacer nuestra primera grabación.

Y es aquí cuando empiezan los sinsabores y la discriminación de las emisoras de la ciudad y del país respecto al género. En las emisoras de música popular por una canción interpretada por mujeres, suenan diez interpretadas por caballeros. ¿No es esto un estilo discriminatorio?



Ojalá algún día exista la equidad, pues aún en la música se sigue viendo discriminación.



De mi palabreo con Martha Lucia en La escuela Busca a la mujer Adulta, en el corregimiento de San Cristóbal-Medellín


con amor: Elena L





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